Argentina, la sociedad de los anómicos

By Marta Gaba - June 09, 2015

Publiqué este artículo originalmente en el N° 9 de los Cuadernos Manuel Gimenez Abad, de junio de 2015

 

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Por Marta Gaba

Introducción
A diario, en las conversaciones con amigos, colegas y familiares, surge la pregunta: ¿qué nos pasa a los argentinos? ¿Qué sucedió con nuestros valores? ¿Por qué hemos descendido en los niveles de educación formal? ¿Por qué no se respetan ya las más mínimas reglas de cultura y urbanidad? ¿Por qué es tan patente la falta de educación? ¿Por qué se violan las normas de tránsito, se falta el respeto a los profesores, no se cumplen horarios ni plazos? ¿Por qué la impuntualidad ha comenzado a reinar y siempre se piden excepciones a las reglas?
Puede deberse a un problema de educación, por supuesto. Pero creo que va esto un poco más allá. Es un problema de orden moral. A Argentina le están faltando normas de orden moral. Argentina está anómica.

 
 
Imaginarios sociales
Las relaciones sociales se estructuran simbólicamente, lo que significa que las personas acuden a símbolos en torno a los cuales se nuclean; así, el himno y la bandera son símbolos en torno a los cuales se construye la noción de nacionalidad. En Argentina, también el football y el tango constituyen claros referentes que cimientan la argentinidad. Estos imaginarios sociales son formas míticas que fueron creadas para ayudar a la construcción de sentido. Las leyes que se dictan en los países son formas míticas, necesarias para la construcción de sentido que ayude a eliminar la incertidumbre.
El problema se presenta cuando las formas míticas que hemos adoptado se desgastan y ya no sirven al grupo para representarse a sí mismo. Cuando las normas morales de una sociedad ya no identifican al grupo y, en consecuencia, tampoco sus formas míticas, éste las deja de lado. Lo social es un proceso y la construcción y deconstrucción de normas también lo es. La construcción de un nuevo sentido que se plasme en una nueva matriz simbólico-discursiva depende del rango de resistencia a la incertidumbre de la comunidad, que terminará traduciéndose en formas efectivas de regulación de la vida colectiva.
Mientras tanto, hasta que no se de ese proceso espontáneo de creación de nuevas formas míticas, la sociedad echará mano a códigos prácticos que las reemplacen.

 
La corrupción como síntoma de una sociedad anómica
En medio de la sobreabundancia informativa y el cansancio de los ciudadanos ante los cambiantes escenarios, en Argentina suceden hechos que deberían alarmarnos a los que seguimos con atención el devenir de la política nacional.  Desconozco la razón por la que los argentinos no estamos discutiendo en los distintos foros las actuales circunstancias de la democracia de nuestro país. La debilidad de las instituciones es alarmante y el desgano cívico se patentiza a diario. A nadie parece importarle el quebrantamiento de las reglas y, lo que es peor, se da por descontado que muchas normas jamás se respetarán.
El Congreso de la Nación se ha constituido en una especie de juego de mesa, donde hay quienes mueven a los legisladores como fichas en el tablero nacional. Ya no importan los principios partidarios. Nuestros representantes incumplen a diario el mandato que les hemos otorgado: al elegirlos mediante el voto, celebramos un contrato para que obren de acuerdo a ciertas reglas y principios que no deben ser desconocidas.
      El Poder Judicial recibe a diario ataques desde el Poder Ejecutivo fuera de toda lógica. Cualquier pronunciamiento de un juez desata las iras de unos y otros. Por suerte, en su momento, la Federación Latinoamericana de Magistrados emitió una declaración donde se señala y repudia todo proyecto que, con el pretexto de adoptar mecanismos de capacitación o evaluación, persiga la garantía de estabilidad de jueces y magistrados, protegida por tratados internacionales y la constitución del país.
      Los medios de comunicación en Argentina se han dedicado a formar opinión exclusivamente. Ellos también tienen su parte: leer uno u otro periódico nos muestra países diferentes. Las autoridades de gobierno no hace las cosas fáciles al periodismo: la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) ha emitido declaraciones pidiendo al oficialismo que cese en su hostigamiento a los medios.
Tal como dice el tango “Cambalache”, en Argentina “todo es igual, nada es mejor; lo mismo un burro que un gran profesor”: la educación se ha depreciado y cualquier figura mediática sin formación puede conducir programas de TV, publicar libros de diversos temas, convertirse en opinador profesional y todo ello sin la menor preparación o mínima investigación sobre aquello a lo que se aboca. No en vano Argentina descendió en los índices de calidad educativa y la deserción en la escuela secundaria es creciente, a pesar de su obligatoriedad.
La vida diaria es un muestrario de incumplimiento de normas y falta de educación cívica: no se respetan los semáforos ni puestos en las filas; no se mantienen aseados los ámbitos públicos y las reglas mínimas de cortesía se van perdiendo. Se han puesto de moda programas televisivos donde todo el mundo grita, pelea y se insulta y desde los micrófonos oficiales y las redes sociales, los funcionarios públicos discuten acaloradamente con periodistas, oyentes y lectores.
Un país donde se produce tal incumplimiento de normas está evidenciando algo. Por lo pronto, que existe un nutrido grupo de ciudadanos que está siguiendo normas diferentes a las que establece el marco normativo nacional (las reglas míticas) y esto porque el grupo de mención se identifica con otros códigos que no son los vigentes: en una sociedad anómica existe una aceptación tácita de la transgresión a las reglas míticas porque es una sociedad a la que le están faltando normas de orden moral.
La palabra anomia deriva del griego "a", que indica privación, falta de algo; y "nomos", que significa ley o norma. Y es en esta última parte, en nomos, que deseamos focalizar nuestra atención. Nomos no alude a cualquier tipo de norma; nomos no es la ley en el sentido que la conocemos, sino que se trata de un imperativo de tipo moral. Para explicar este punto, necesitaremos hacer un poco de historia:
Ante todo, recordaremos la distinción entre justicia general y justicia particular. La primera es una actividad conforme a la ley moral; la segunda consiste en un esfuerzo por dar a cada uno su parte, lo que constituye, en definitiva, el derecho. Revisando los orígenes medievales de la filosofía jurídica, veremos que ésta ha surgido de la teología. Los teólogos tienen como su primera lectura a la Biblia y allí han encontrado la Torah. Ahora bien, la Torah es algo muy distinto del Dikaion o el Jus. La Torah es un conjunto de imperativos que indican las conductas que deben realizarse o evitarse en tales o cuales circunstancias. La Torah se relaciona con la justicia general (emparentada con la Zedaka judía) y no con la justicia específica en sentido aristotélico. La Torah es una ley moral. Con la traducción de los Setenta y en la patrística griega, la Torah tomará el nombre de nomos. Entonces, anomia hace alusión a la falta de normas de orden moral.
Una sociedad anómica es una sociedad a la que le están faltando normas de orden moral. Y cuando hablamos de moral, se trata de la moral específica de una determinada sociedad. La anomia puede deberse a que las normas preexistentes se han derogado o que nunca han existido. Bajando la cuestión a un nivel más concreto, la pregunta que corresponde formularse es: ¿Argentina es una sociedad anómica? Si es así, ¿hasta dónde llega nuestro grado de anomia? ¿Tenemos conciencia los ciudadanos de que a diario cometemos acciones que rozan la anomia y que desde la función pública y la política se burla y quiebra la ley con total impunidad? Podemos verlo en ejemplos concretos:
- Hasta el año 2014 la presidenta Fernández de Kirchner y su gabinete acumulaban 745 denuncias ante la Justicia Federal por presuntos casos de corrupción, encabezando la mandataria el ranking con 298 denuncias.
- En febrero de 2015 el fallecido fiscal Nisman pidió que se impute a la presidenta por el posible encubrimiento del peor atentado terrorista en la historia del país.
- Amado Boudou es el primer vicepresidente en funciones en la historia argentina en estar procesado, con el agravante de tratarse de los tipos penales de cohecho y negociaciones incompatibles con la función pública. Entre otras acusaciones, le pesa la compra irregular de una imprenta de papel moneda cuando era ministro de Economía, antes de ser vicepresidente.
- El posible incremento indebido de patrimonio es una de las principales denuncias que han enfrentado varios de los miembros del gobierno desde la llegada al poder del kirchnerismo en 2003. Los más denunciados han sido la pareja presidencial de Néstor Kirchner y su esposa Cristina Fernández, quienes fueron imputados y luego sobreseídos dos veces por sospechas de enriquecimiento ilegal. También la justicia federal investiga si una empresa hotelera que pertenece a Cristina Fernández de Kirchner y a su familia es parte de una operación de lavado de dinero.
Ante estos ejemplos, ¿por qué los ciudadanos no inundan las calles y los tribunales con sus reclamos de justicia? ¿Será que existe una especie de adormecimiento y hartazgo moral que lleva a aceptar todo porque, en definitiva, nunca se investiga, juzga y castiga nada?
¿Por qué las personas se ven tentadas a actuar (y de hecho lo hacen) en el sentido contrario a lo que establecen las reglas morales del país? Lo hacen porque ya no se identifican con sus preceptos. Una vez más, abandonan las reglas míticas y actúan conforme los códigos prácticos, que vienen a ser algo así como la actualización de la moral pública de un grupo determinado (y parece ser que muchos funcionarios públicos y políticos profesionales tienen sus propios códigos prácticos).
Que una sociedad (ciudadanos y dirigentes, oficialismo y oposición) se encuentre anómica no significa que no siga ninguna regla: no sigue las nomoi, las normas morales porque se han vaciado de contenido y han creado sus propios códigos prácticos con los que llenan ese vacío. Y los altos niveles de corrupción en el funcionariado público argentino es un síntoma de este estado de anomia.


 
CONCLUSIÓN
Como ciudadana argentina que ha vivido ya algunas décadas, puedo darme cuenta del deterioro cívico e institucional. Ya no se estudia en las escuelas materias vinculadas al civismo, la ética y la urbanidad. Los valores parecen huir en retirada. Y todo esto lo veo reflejado en la baja calidad institucional, el paupérrimo nivel del ¿debate? Político y el escaso involucramiento del ciudadano en la cosa pública (la res pública).
Hay varios emergentes de esta situación de carencia de GPS democrático. La corrupción estatal y privada es uno de los emergentes. Y la corrupción no es otra cosa que vivir bajo reglas que no son las pactadas por la sociedad donde se vive sino aquellas de la propia conveniencia. A Argentina le están faltando normas de orden moral. Argentina está anómica.

Fuente original: 
http://www.fundacionmgimenezabad.es/images/Documentos/Cuadernos/cuadernos9_junio_2015.pdf 





































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