Siempre digo tres
cosas en los talleres: existe el karma de internet, hay que postear
con sentimiento y es importante formar comunidad.
Bueno, no serán
conceptos muy científicos pero resulta que, en mi experiencia, las cosas suceden
así en el mundo digital. Conozco personas que no dan like a nadie, no siguen a
otros usuarios, postean como si estuvieran hablando desde un podio pero se
quejan porque sus publicaciones no explotan en las redes y no entienden por qué
no se convierten en influencers.
Y sucede que a
las relaciones hay que nutrirlas.
Salvo que seamos
esos pocos casos de personas que tienen millones de seguidores y cualquier cosa
que posteen se convierte en éxito inmediato, el resto de los mortales debemos
seguir reglas de convivencia y etiqueta también en el mundo virtual.
En mi caso,
saludo por las mañanas y por las noches (aunque algunos lo critiquen), respondo
cuando me mencionan en algún tweet, comento, retuiteo y reconozco el crédito de
las imágenes y videos que utilizo. Trato a los otros usuarios como los que son:
personas (bueno, hay algunos bots). Trato de conocer quien está detrás de un
username y me intereso por su actividad. Trato de formar comunidad.
Si bien soy
profesional y posteo mucho sobre mi área (tecnología, redes sociales,
activismo) también me doy a conocer en Twitter e Instagram como Marta, la que
ama cocinar, leer, pintar, reciclar cosas viejas y mimar a las mascotas. No es
excluyente. En mi caso, decidí hacerlo así. De modo que las personas que me
siguen saben que pueden encontrarse tanto con una receta de lo que cociné para
la cena como con un artículo sobre activismo. Lo importante es ser creíble.
Contar una historia. Ser empático. En fin, postear con sentimiento.
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