Actualmente, observamos un uso intensivo de todas estas herramientas y plataformas que Internet y el desarrollo de aplicaciones móviles han puesto al alcance de nuestra mano. Y continúo aplicando la misma recomendación que comentaba en el párrafo anterior: en un escenario dominado por la irrupción de nuevas herramientas tecnológicas, la respuesta apropiada es la disrupción. La actitud frente a la irrupción es la disrupción.

Cuando aparece una nueva plataforma o aplicación tecnológica, comienzan a utilizarla quienes son más innovadores y/o siguen modas y tendencias y luego, si es del agrado del público, se desata el uso masivo. Recuerdo que cuando comencé a utilizar Facebook y Twitter, tenía muy pocos amigos y conocidos en estas plataformas hasta que se popularizó. En esta primera etapa, las personas utilizan las herramientas novedosas siguiendo el uso esperado de ellas. Hasta que aparecen quienes ven una posibilidad diferente en aquello que tienen delante. Desde sus comienzos Twitter podía utilizarse para realizar entrevistas, para difundir mensajes sobre las causas que apoyamos, para transmitir video en vivo (¡antes de Periscope!) utilizando Twitcam (su lanzamiento se produjo en julio de 2009).

Y aparecieron Whatsapp, Telegram, Line, Vibe, Facebook Messenger, Skype (para no hablar de los prehistóricos chats de Yahoo y Hotmail o del precursor ICQ… o del BBS, que utilizábamos como si fuera el resultado de una extraña alquimia…). Todas ellas son las plataformas que utilizamos básicamente para comunicarnos con familiares, amigos y colegas de trabajo. Y nuevamente la disrupción: ¿por qué no utilizar estas herramientas para enviar mensajes vinculados a campañas?¿por qué no convertirlos en canales de difusión?

El año pasado se puso de moda decir que "la elección de Brasil de 2018 sería la elección de Whatsapp". Y muchísimas personas comenzaron a recitar el mantra. La idea que subyace, en todo caso, es que el uso disruptivo de Whatsapp pondría esta aplicación en el centro de la campaña. Whatsapp y sus características ya estaban allí, desde que apareció en 2009. Alguien supo ver el valor de uso  diferencial. Que se le dé un buen uso o un mal uso, legal o ilegal, es otra cosa. Lo que deseo analizar en este artículo es cómo puede utilizarse esta herramienta de comunicación de maneras diversas.

Whatsapp, propiedad de Facebook desde 2014, es una red social privada o un canal personal, como quieras llamarlo (vale comentar que Facebook es dueño de las tres de las plataformas de interacción más importantes del planeta: WhatsApp, Instagram y su propio Messenger, que ha copiado muchos elementos de la app china WeChat).

Como canal personal, Whatsapp permite crear tu propio canal de comunicación. Yo lo imagino como mi plataforma multimedia, donde puedo colocar textos, audios, videos, imágenes, como si fuera un portal por suscripción. Así, cada vez que tengo contenido nuevo (ya sea documentos, videos explicativos, capacitaciones) lo coloco allí y las personas pueden acceder cuando lo deseen, sin interactuar ni llenar de mensajes el chat como sucede en los grupos tradicionales. En este caso, es un canal de difusión, no de comunicación (en otro post hablaremos de Telegram, al cual utilizo mucho como canal de difusión por la enormes posibilidades que ofrece).

¿Cómo podés hacerlo? Es muy sencillo y en pocos pasos:

Paso 1: crear un grupo de Whatsapp: yo lo creé con uno solo de mis contactos, de confianza, para armarlo y configurarlo;

Paso 2: en "Configuración del grupo", elegí que solamente los administradores puedan realizar cualquier tipo de acción.

Paso 3: crear un enlace de invitación al grupo desde "Info del grupo/Participantes" para invitar a las personas a quienes pueda interesarles el contenido a compartir.

Así, utilizando Whatsapp de forma disruptiva podés crear un canal de difusión de tus contenidos.