Es triste destino para una escritora galardonada con el Premio Nobel terminar en una mesa de rezagos y ofertas de un hipermercado…
Allí andaba yo, empujando el carrito de compras y sorteando niños corredores y padres distraídos, cuando me topé con la mesa de libros en oferta. Sepultada entre publicaciones de cocina y la guía Jumbo de vinos, encontré a mi amiga Doris Lessing, cuya biblioteca voy armando gracias a los descartes de la cultura se supermercado.
O tal vez es un prejuicio: que mejor que encontrar buena literatura entre la yerba mate a precio de oro y la verdura a precios inflacionarios.
Si una planta de lechuga cuesta seis pesos, el litro de leche nueve con cincuenta y el libro de Doris lo comprás a veintiocho con noventa, está todo claro: este gobierno promueve la cultura.
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